Sumario: Las hormonas leptina, insulina, estrógenos, andrógenos, cortisol y hormona de crecimiento influyen en nuestro apetito, el metabolismo y la grasa corporal. Las personas que son obesas tienen niveles de hormonas que fomentan la acumulación de grasa corporal.
Las hormonas son mensajeros químicos que regulan los procesos metabólicos en nuestro cuerpo.
Son uno de los factores en la causa de la obesidad. Las hormonas leptina y la insulina, hormonas sexuales, el cortisol y la hormona de crecimiento influyen en el apetito, el metabolismo (la velocidad a la que nuestro cuerpo quema calorías para generar energía), y la distribución de la grasa corporal.
Las personas que son obesas tienen niveles de estas hormonas que fomentan el metabolismo anormal y la acumulación de grasa corporal.
Un conjunto de glándulas, conocido como el sistema endocrino, secreta hormonas en nuestro torrente sanguíneo.
El sistema endocrino trabaja con el sistema nervioso (en el sentido de que transmiten mensajes a distancia o señales, en el caso de las hormonas por el torrente circulatorio), y el sistema inmunológico para ayudar a nuestro cuerpo a hacer frente a las distintas situaciones y tensiones.
Los excesos o deficiencias de hormonas pueden conducir a la obesidad y, por otra parte, la obesidad puede conducir a cambios en las hormonas.
El cortisol y la obesidad:
Cuando se acumula grasa en presencia de cortisol es grasa visceral (rodealas vísceras) para facilitar la movilización ya que en esas zonas los vasos sanguíneos son mayores y se echaría mano de ella más rápidamente.
Este tipo de obesidad está relacionada con el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo II y enfermedades cerebrovasculares.
La respuesta al cortisol depende de cada individuo, no todos respondemos en igual grado ante la misma situación.
El cortisol también influye indirectamente en el apetito mediante la regulación de otras sustancias químicas que se liberan durante el estrés como la CRH (hormona liberadora de corticotropina), leptina y el neuropéptido Y (NPY)
Lo que se aconseja es que además de comer bien y descansar lo suficiente y hacer algo de ejercicio al aire libre, si es posible, se debería incluir algún método para el manejo del estrés en aquellas personas que tengan el cortisol elevado.
Este cortisol si esta patologicamente elevado, es producido por un adenoma ya sea suprarrenal o hipofisario y se conoce como Enfermedad o Sindrome de Cushing.
También puede ser ocasionado por diversos tratamientos que utilizan cortisona, que es una forma de cortisol exógeno, es decir aportado desde fuera, ya sea como medicamento para tratar diversas enfermedades.
La obesidad y la leptina
La hormona leptina es producida por células de grasa y se secreta en nuestro torrente sanguíneo. La leptina reduce el apetito de una persona al actuar sobre los centros específicos de su cerebro para reducir su deseo de comer.
También parece controlar cómo el cuerpo maneja su reserva de grasa corporal.
Debido a que la leptina es producida por la grasa, los niveles de leptina tienden a ser mayores en las personas que son obesas que en las personas de peso normal.
Sin embargo, a pesar de tener niveles más altos de esta hormona apetito-reductor, personas que son obesas no son tan sensibles a los efectos de la leptina y, como resultado, tienden a no sentirse llenos durante y después de una comida.
La obesidad y la insulina
La insulina, una hormona producida por el páncreas, es importante para la regulación de hidratos de carbono y el metabolismo de la grasa. La insulina estimula la captación de glucosa (azúcar) de la sangre en los tejidos como los músculos, el hígado y la grasa.
Este es un proceso importante para asegurarse de que la energía está disponible para el funcionamiento diario y para mantener niveles normales de glucosa circulante.
En una persona que es obesa, las señales de insulina a veces se pierden y los tejidos ya no son capaces de controlar los niveles de glucosa.
Esto puede conducir al desarrollo de la diabetes tipo II y síndrome metabólico.
La obesidad y el neuropéptido Y (NPY)
Esta hormona es un potente estimulador del apetito y cuando se produce estrés los niveles de NPY aumentan, lo que causa que entre otras cosas que la tasa cardíaca y la presión sanguínea aumenten, hay una conexión entre el estrés, las dietas hipercalóricas y la ganancia de peso.
Los resultados sugieren que se podría revertir o prevenir la obesidad causada por el estrés y la dieta, que hace que las personas que las sufren sean más susceptibles de padecer enfermedades cardíacas y diabetes.
Incluso otros efectos adversos relacionados con el estrés y la dieta, que incluyen la intolerancia a la glucosa y el hígado graso, se encuentran reducidos.
La obesidad y las hormonas sexuales
La distribución de la grasa corporal juega un papel importante en el desarrollo de condiciones relacionadas con la obesidad, tales como enfermedades del corazón, derrame cerebral y algunas formas de artritis.
La grasa alrededor de nuestro abdomen es un factor de riesgo mayor para la enfermedad que la grasa almacenada en el vientre, las caderas y los muslos.
Parece que los estrógenos y andrógenos ayudan a decidir la distribución de la grasa corporal.
Los estrógenos son hormonas sexuales producidas por los ovarios en mujeres pre-menopáusicas.
Son responsables de provocar la ovulación en cada ciclo menstrual, también se encuentran en el hombre, ya que en la grasa hay una enzima (una proteína que actúa como catalizador y facilita una reacción química) que transforma la testosterona en estradiol, el cual es un estrógeno y puede producir ginecomastia y disminuir así los niveles de testosterona libre.
En los hombres más jóvenes, los andrógenos se producen en altos niveles en los testículos. A medida que el hombre envejece, estos niveles disminuyen gradualmente.
Los cambios con la edad en los niveles de hormonas sexuales de los hombres y las mujeres se asocian con cambios en la distribución de la grasa corporal.
Mientras que las mujeres en edad fértil tienden a almacenar grasa en su parte inferior del cuerpo (forma de pera), los hombres mayores y las mujeres posmenopáusicas tienden a aumentar el almacenamiento de grasa alrededor de su abdomen (forma de manzana).
La obesidad y la hormona del crecimiento
La glándula pituitaria o hipófisis, en el cerebro produce la hormona del crecimiento, lo que influye en la altura de una persona y ayuda a construir nuestros huesos y músculos.
La hormona del crecimiento también afecta el metabolismo (la velocidad a la que se queman las calorías de energía). Los investigadores han encontrado que los niveles de la hormona del crecimiento en personas que son obesas son más bajos que en las personas de peso normal.
Factores inflamatorios y la obesidad
La obesidad también se asocia con inflamación crónica de bajo grado en el tejido de grasa.
El almacenamiento de grasa excesiva conduce a reacciones de estrés dentro de las células de grasa, como la adiponectina, que a su vez puede conducir a la liberación de factores proinflamatorios de las propias células de grasa y las células inmunes en el tejido adiposo (grasa).
Conclusiones:
La obesidad se asocia con un mayor riesgo de una serie de enfermedades, incluyendo la enfermedad cardiovascular, accidente cerebrovascular y varios tipos de cáncer.
Con una disminución de la longevidad (tiempo de vida más corto), menor calidad de vida y un menor rendimiento sexual, que se puede traducir a menudo en disfunción eréctil.
Esto se debe a que por una parte están aumentados los estrógenos y la testosterona libre esta disminuida, lo cual puede producir infertilidad.
La regulación del apetito es un proceso extraordinariamente complejo que sólo en la actualidad comienza a ser dilucidado.
Las recientes investigaciones demuestran se puede actuar sobre los múltiples factores que lo afectan y que dichas acciones deben estar interconectadas con otras como son el control de la ingesta calórica.
El control del índice glucémico, la composición de los alimentos, los hábitos y el estilo de vida y la práctica de ejercicios.
Hay que tener en cuenta que los medicamentos tipo viagra no son siempre efectivos si la testosterona no tiene unos niveles adecuados.
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